SI HUBIERAMOS NACIDO DE LOS ARBOLES

Todo hubiera sido más fácil si hubiéramos nacido de los arboles. Quizá, pero no lo sabremos nunca. Cuando nuestro esqueleto hubiera estado fortalecido por el alimento de las ramas del árbol hubiera caído como si se tratase de una fruta que ya está en su punto justo de maduración, y por su propio peso cayera a la fresca hierva que crece justo a los pies del árbol de la vida. Hubiera sido todo más fácil. A partir de ahí, nuestro camino empieza con nuestros propios andares, con nuestro propios pasos, con la experiencia que recolectamos con ellos, vamos acumulando y construyendo nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestros músculos..., y así poco a poco nos vamos formando sin falsas realidades, sin opresiones, sin testigos ocultos por los años. Todo ese esfuerzo por construir nuestro propio cuerpo, para hacernos fuertes, para no quebrar nuestros huesos, con las piedras del camino, para forrarlos y protegerlos con nuestra propia piel, nuestras venas, nuestros órganos puros y limpios. Ya que haríamos un camino en solitario y solo nos uniríamos a esas personas que gozáramos simple y llanamente de su compañía sin ceder el paso a la hostilidad, ni al rencor. Ya que en ese mundo no serían creados todos esos adjetivos, no irían acompañados de nada, simplemente no existirían, porque nadie los habría inventado, porque nadie nacería con ningún pasado atormentado donde recrear sus frustraciones al nuevo nato.Y porque si alguien tuviera un mal día quedaría en eso, un mal día, no en una retahíla de recuerdos inútiles e insensatos, que no llegan a ningún lugar pero si al mismo abismo de la persona. Quizá ese mundo no exista, pero para muchos sería como un escaparate donde verse reflejado y reconocerse. Encontrarse así mismo y decir si ese soy yo. Y no un superviviente de los fracasos y desilusiones de los demás