
Hoy me siento feliz, porque empiezo a ver esa luz que permanecía en mi medio apagada y comienza a iluminarse y a cada hora a cada segundo su intensidad es más y más fuerte. Creo que por fin sigo ese paso fuerte y seguro que tanto anhelaba en mí.
Hoy me siento como Moisés que extendió sus brazos y abrió los mares, pero detrás no hay un Dios todo poderoso, sino unos meses muy duros pero que al fin han traído sus frutos sus recompensas. No es que tenga ahora nada en concreto en mis manos, pero si en mi cabeza.
Mis manos siguen vacías, pero las cicatrices de mi cuerpo cada vez más cicatrizadas empiezan a surgir de ellas esas fuerzas que creía que ya estaban agotadas, extinguidas. Los ogros y fantasmas siguen ahí no los puedo sacar de mi vida pero si apartarlos de ella y que ya nunca más puedan gozar de ese protagonismo.
Hoy me siento feliz, tengo un sueño por realizar, una meta donde llegar. Y aunque sé que el camino es largo y seguramente bastante abstracto hasta para mi, se que con esfuerzo podré llegar hasta él.
Debo aprender a canalizar las fuerzas para no perderme, pero durante estos meses he encontrado buena compañía, y el gran amor de mi vida me han ayudado a llegar hasta aquí, sé que sus manos estarán para recogerme si tropiezo y me ayudaran a levantar para continuar.
Ahora sé que a pesar de mis noches de insomnio, de mis lloros, de mis días sin luz, y mis noches eternas todo ha valido la pena. Para empezar poco a poco a volver a ser YO.